"Cuenten con nosotros"

Proyecto de Cátedra de la cátedra Lenguaje Visual 3 - Fac. Bellas Artes. La Plata

Tuesday, May 12, 2009

Sueño de un día

Ramón era un pastor de cabras que siempre hacia lo mismo, Vicente era un joven rey que también tenia veinte años y casi siempre hacían lo mismo. Ramón en su trabajo y Vicente en su reino no estaban conformes con la rutina de todos los días. A Ramón le hastiaba tener que correr entre los cerros cuando algunas cabras se salían del grupo y siempre terminaba lastimándose las piernas con espinas. A Vicente le gustaba jugar con tierra pero, en su castillo estaba prohibido porque todo era de piedra y de cemento, ninguna basurita, todo impecable y tenia que bañarse tres veces por día y cambiarse cada vez que desayunaba o a la hora del almuerzo o la cena. Ambos ponían la cabeza en la almohada y soñaban con mudarse a otro lugar diferente y dejar de hacer todos los días las mismas cosas… Y, sucedió... que de tanto soñar e imaginar un día los dos jóvenes soñaron lo mismo: ¿Por qué soportar lo insoportable si solamente con disfrazarse podrían escapar hacia otro destino aunque sea por un día?
Ramón no entendió mucho. Vicente tampoco. Sin embargo, ese día se levantaron con la misma idea…. Disfrazarse. Así lo hizo Vicente, que se disfrazó de pastor y se escabullo entre la gente para abandonar el castillo y así lo hizo Ramón que se disfrazo de príncipe y entró al castillo como “Juan por su casa”.
Vicente fue directamente hacia la villa y luego de atravesarla escucho que estaban buscando a Ramón y no lo encontraban.
- ¿Tu puedes pastorear, ir a la montaña con las cabras? – le preguntaron.
- Por supuesto.
En tanto, Ramón tuvo que esconderse cuando una empleada le dijo que debía bañarse y ponerse todo el equipo para ir a almorzar. Después, de recorrer las amplias salas, simuló tener un dolor de estómago y se fue a acostar a la cama principesca.
Vicente, en cambio, empezó a ver un mundo diferente… Que bello, aire puro, cielo celeste y límpido, nubes como algodón. Ensuciarse y no bañarse. Que lindos animales veía…. aves surcando el aire, conejitos del cerco, algunos zorrinos que huían, mariposas. Todo en medio de aromas de yuyos de la montaña.
"Que idea fantástica tuve” se dijo.
Vicente igual, pensó “que idea fantástica tuve” porque desde la cama del príncipe, pedía todo lo que se le ocurría y le traían: jamón, huevos, salchichas, papas fritas, banana con dulce de leche, frutillas, durazno en almíbar, helado…
Mientras tanto, el príncipe Vicente comenzó a caminar por los cerros y descubrió un hermoso lago y se olvido de los animales que tenia que cuidar y se fue corriendo hacia alli. Sacó sus zapatillas y mojo sus pies en el agua, que alegría! Veía pájaros que volaban sobre el agua y era un paisaje que jamás había visto. Después, más allá, descubrió un bosque y hacia allá se dirigió. Mientras tanto, Ramón estaba divertido porque mientras comía en la cama, casi cubierto para que no lo reconozcan venían payasos a alegrarle el día. Narradores de cuentos y títeres. Ambos, estaban tan divertidos, que las horas se esfumaban. Era un día inolvidable para los dos
Así fue todo el día hasta que llego la noche…
- Debes vestirte porque para cenar con el Rey – dijo una empleada.
- Es que… bueno, esta bien, déjenme solo.
En la montaña, los pastores gritaban pero Vicente estaba como extasiado en la punta de un cerro observando las estrellas… y la luna redonda.
- Jamás tuve un día tan bello como este. -se dijo en voz baja.
De repente, escuchó voces, iluminado con troncos con fuego. Al tanto que él, se escondía tras unos matorrales.
- ¿Dónde están las cabras? - gritaban- ! Mañana, con la luz del día Ramón deberá pagar caro lo que ha hecho. Abandonar a los animales…!
Mientras Ramón ataba cinco sabanas para escapar por la ventana del castillo hacia el costado donde el lago encerraba al castillo, Vicente fue llegando a su hogar pero claro….¿como podría entrar con todo ese ropaje de pastor? En la penumbra, alguien podría creerle? Seguramente que lo encerrarían y…
Cuando estaba llegando vio desde lo alto, que Ramón bajaba con un enorme lazo blanco de sabanas. Sin mas, lo espero en las sombras y cuando el pastorcito de verdad, bajó y estaba a punto de correr, sintió un brazo en sus hombros:
- ¡Espera…! ¿tu quien eres?
- Soy Ramón, el pastor.
- Ah, bueno. Te cuento, algo. Yo, estuve haciendo tu trabajo.
- ¿Mi trabajo… acaso, vas a quitarme mi trabajo de pastor de cabras? - dijo con rostro serio.
- No, de ninguna manera. Yo… soy el príncipe, solo que quería huir del castillo para tener un día de aventura y justamente estaban buscando un pastor y me ofrecí.
- ¿Eres el príncipe Vicente? Y... te fue bien…?
- Ja, ja me fue pésimo.
- ¿Por qué?
- Porque me puse a ver los paisajes, la montaña, el sol, las nubes, el lago, el bosques, los animales corriendo libres… y me olvide de las cabritas. J aja, me río pero se que mañana tendrás problemas.
- Bueno, yo se que las cabras no se van lejos. Siempre siguen al de la campanita y no te preocupes, mañana con el sol, las vuelvo a juntar.
- Bien, bien. ¿Pero porqué bajas de mi habitación?
- Ja ja , ahora sonrió yo…. Me hice pasar por ti, por el príncipe Vicente.
- ¿Por mi? ¿Y, como se te ocurrió?
- Tuve un sueño.
- Yo también tuve un sueño.- dijo el príncipe
- ¿Entonces, alguien nos está soñando y jugando con nuestros sueños?
- Calderón de la Barca decía que los sueños, sueños son.- contestó el príncipe
- Si, pero en esta aventura nuestra veo que en nuestros sueños algo ha ocurrido
¿No estaremos soñando esto?
- Tenés razón, será este un sueño compartido?
- Pellízcame.- requirió el pastor.
- Si
- ¡Ay, me dolió! Esto no es sueño.
- Sueño fue el haber derrotado nuestras rutinas.
- Eso si que es cierto. –afirmó Ramón.
- Entonces, ambos cumplimos nuestros deseos.
- Es cierto.
- Pero yo, prefiero seguir con mi rutina principesca. No se cómo haces para estar en la soledad de la montaña solo empujando a los animales hacia lugares de pastoreo…
- Es fácil. Lo que para mi, es difícil es tener que cambiarme de ropa tres o cuatro veces por día y bañarme tres veces al día, puaj!!Prefiero mi trabajo.
- Al menos fuimos otra cosa por un día y ahora estamos más enriquecidos. Diré a mi padre el rey, que ciertos días te acompañare a pastorear y de paso te invitare a comer mis postres preferidos.
- Ja ja , ya los he probado... Pero si, me gustaría volver por supuesto.
- Entonces, déjame usar esta misma soga de sabanas para volver a mi cuarto y tu, vuelve a tu casa. Creo que ambos cumplimos nuestro sueño.
- Si. No siempre, los sueños, sueños son.
- Pobre Calderón de la Barca…
Los dos se despidieron y se fueron a dormir. A soñar con otros sueños inesperados, inevitables e inimaginados.

Carlos Lucio Calderón
Mar del Plata, 2008

charlycharlyar@yahoo.com.ar

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