La casa de mis abuelos
La casa de mis abuelos tiene todo lo que quiero,
porque, a veces, es castillo y otras, un barco guerrero.
La abuelita cuenta cuentos deliciosos y encantados,
mientras tanto nos cocina un manjar azucarado.
Allí puedo ser princesa, una reina o un vampiro,
y dejo de ser su alteza con la fuerza de un suspiro.
Mis hermanos son piratas, caballeros o bomberos,
y jugamos con las latas, sin dinero a los banqueros.
El trineo es una alfombra, que la arrastra la abuelita
y hasta sentimos la nieve blanda, suave, fresquecita.
Hay millones de tesoros en la mesa del abuelo:
sus relojes, llaves, libros, que dejamos por el suelo.
Con la escoba o la fregona y arrastrando una bata,
me trepo en la secadora y soy la bruja que arrebata.
Un hermano, es el cura y otro, es el juez implacable
o el doctor que todo cura, hasta el mal más incurable.
En la vieja mecedora embarcamos sin destino,
sin rumbo fijo, ni hora, sin idea del camino.
No hay normas antiniños, siempre un disfraz a mano
de fantasma o de gallina, de guardián o cirujano.
Cuando saca la abuelita tantas caja de retratos…
Nos quedamos boquiabiertos y así pasamos el rato.
¡Son las fotos más antiguas de abuelitos de mi abuela!
y de todos sus amigos, cuando iban a la escuela.
Ella dice con nostalgia: - ¡¡¡Qué bellos tiempos de antaño!!-
Y nos cuenta muchas cosas, que pasaron hace años.
Entre tanto, el abuelo, se sonríe alegremente
y le dice a la abuelita: -Cuéntales lo del teniente.
El teniente no era otro, que nuestro abuelo adorable
a quien conoció la abuela, un domingo inolvidable.
Ella era una muchacha de melena muy rizada
y él, un muchacho muy guapo, de bellísima mirada.
Culpándose uno a otro dicen los dos, entre risas:
-tú me besaste primero ¿o fui yo…ante tu sonrisa?
Pasan tantas cosas lindas en esta casa encantada,
que hasta hay una vecina que es la bruja colorada.
Pues se viste, casi siempre, con vestidos de colores
y se ve gorda ¡¡Muy gorda!! Con esos trajes de flores.
Hay un hada en el tejado que nosotros nunca vemos,
pero dice el abuelito, que vela los dulces sueños.
Y vive en la chimenea, el duendecito del viento,
que con toda su alegría nos hace vivir contentos.
Aquí vino el Ratón Pérez, en busca de nuestros dientes,
y nos dejó unos billetes y caramelos suficientes.
Pero negoció el abuelo con el ilustre Ratón
y por todos nuestros dientes, le dio torta y requesón.
Además de queso tierno, cuajada y pastel de mora,
que preparó la abuelita con cariño y sin demora.
Y con todos nuestros dientes hicieron un relicario,
que mantienen los abuelos guardadito en el armario.
También tienen nuestros Itos, la cometa más preciosa,
que volamos en el parque, si la brisa es deliciosa.
Con los calcetines viejos nos hicieron marionetas
y nos guardan los abuelos, nuestra bici y patinetas.
Cuando ya viene Diciembre, nos ponemos muy cumplidos,
a escribir al Niño Dios nuestras cartas con pedidos.
Porque el siete de diciembre, el día de las velitas,
quemamos nuestras cartas en la casa de abuelita.
El querido abuelo trae muchas velas y faroles,
que encendemos en la noche, alumbrando como soles.
Y esas noches que dormimos en casa de los abuelos,
con la abuelita rezamos de rodillas en el suelo:
Angelito de La Guarda, de la dulce compañía,
ven y cuida de nosotros de noche y también de día.
Y seguro aquella hada que nos ha dicho abuelito,
nos regala lindos sueños cuando estamos dormiditos.
Es por todas estas cosas que no compras con dinero,
que esta casa está encantada y por eso es que la quiero.
La casa de mis abuelos es un fortín de cariños.
Aquí se cumplen los sueños y sin leyes antiniños.
Zandra Montañez Carreño
0 Comments:
Post a Comment
<< Home