"Cuenten con nosotros"

Proyecto de Cátedra de la cátedra Lenguaje Visual 3 - Fac. Bellas Artes. La Plata

Tuesday, May 12, 2009

Orgullo y Maldad

Tom, el perro ya estaba cansado. Siempre ocurría lo mismo. La dueña de casa lo culpaba por la maceta rota, por las huellas de barro, por las migas de pan… Pero, el culpable, culpable: era Jim, el gato de la calle. Lo hacía para que la dueña, doña María Julieta de la Paz abandone al perro y adopte al gatito.
– Es que los gatos son más mimosos –le contó a una vecina, mientras Jim pasó, limpio, recién bañado y con un moño rojo que él mismo se puso.
– Si, son mejor los gatos –afirmó la otra vecina. Un gato es más independiente y además, son más pequeños y más limpios.
Tom no sabía que hacer porque cuando estaba con su lengua ordenando las migas que dejaba –a propósito Jim- éste, le ensuciaba con barro la entrada a la casa. Y cuando Tom corría y con sus patas quería borrar las huellas, Jim se subía a algún mueble –aprovechando que no estaba y tiraba algo pequeño que hacia ruido, que destruía y de seguro el único animal que tenia doña Maria, no era otro sino Tom.
El cansancio lo agobio a Tom y doña María se hartó de tanto desorden.
– ¡Fuera, vete! –le dijo un día.
Como si Tom entendiera el idioma humano, agachó la cabeza y cansado comenzó a caminar rumbo hacia la nada. Se perdió en un punto y doña María suspiró. Curiosamente, esos días, Jim comenzó a maullar en la puerta de su casa.
– Pobrecito… le daré leche como ayer. –dijo el mismo día que lo invitó a vivir en su casa.
Jim había conseguido su objetivo. Además, doña María se pasaba horas observando lo limpio que era, lo ordenado, lo vivaz y lo suficientemente libre que no molestaba ni ensuciaba nada. A la semana, las fotos de Tom fueron a pasar a la basura. Jim ahora recibía los flashes y los halagos.
– Este sí, que es un animal inteligente y limpio y ordenado y sabio y… y.
– Si, si –decían sus amigas
– Creo que cambiaré mi perro por un gato.
Pero un día, paró un camión que recorría la ciudad en busca de perros. Y ahí Jim, vio que uno de los atrapados era Tom. Entonces, bajo corriendo a burlarse pero, al acercase vio que la patita izquierda de Tom estaba ensangrentada.
– ¿Qué te pasó?
– A mi… a mi me pasó de todo. No conocí bien a mis padres, viví en una familia donde un gato, que no conozco, hizo mi vida imposible me culparon y me echaron. Deambulé por las calles en busca de un hogar, pero no encontré. Ahora estoy encerrado acá, cuando un auto me atropello y rompió mi pierna y esta gente me atrapó y me llevaran, me encerraran, pero… qué le vamos a hacer, uno nace así…
– ¿Quieres que te ayude a escapar? –dijo Jim
– No te creo. Jamás un gato ayudaría a un perro…
– Pero, es que yo, soy un gato diferente.
– Aún así, mi orgullo no lo permitiría. Si me atraparon deberé escaparme por mi propia cuenta, jamás recibiría ayuda de un gato.
Pero Jim saltó y con sus garras se las ingenió para abrir la puerta de la celda de alambre.
– Es inútil gatito, no me iré. No quiero deberle favor a ningún gato en la tierra, soy perro y si fui perjudicado, pues… aguantaré. Uno debe tener su propio orgullo y por más que me digas que juntos podemos hacer más, en este caso prefiero que sea un perro quien me abre las puertas de la libertad y no vos, un gato común.
– No soy un gato cualquiera!-replicó Jim- Fui yo, quien te embromó y me apoderé de tu casa y tu dueña. Ahora, yo, vivo en esa casa.
– Pues, goza del lugar, del confort que me robaste pero por mas méritos que hagas jamás torcerás mi orgullo. Es más, puedes irte ya mismo. Ahora se que sos mal gato y no te lo ganaste por méritos sino con trampa y…
En esos momentos, el señor que recoge los perros de la calle advirtió la escena y al ver que la puerta estaba abierta, encerró al gato también. Los dos debieron compartir varios minutos la soledad de una celda de alambre.
– Me pasó por querer ayudarte –dijo Jim
– No te pedí ayuda, fue tu culpa. Hubieras seguido siendo un gato mimoso en casa de doña María. Claro, un gato con maldad…
Al día siguiente, doña Maria llego al edificio Central de Perrerías y dijo:
– Los vi por la ventana. Ustedes se llevaron a mi gato.
– Esta bien, señora. Lo tenemos encerrado y se lo devolveremos lo que sucedió fue que ese gato estaba intentando que un perro se escape y nos dio rabia.
–¿Un perro?
– ¿Cuál perro?
– Ese, el de la segunda jaula –dijo señalando a Tom.
– Es el perrito que tenía yo…
–¿Entonces, se quieren…?
– ¡Qué bueno, me llevo los dos!
Doña María pagó una multa y llegó a su casa con perro y gato, juntos. Juntos vivieron muchos años. Y, si bien discutieron como cualquier pareja de mascotas, lo disimularon bastante bien. Doña María Julieta jamás se dio cuenta que el gato no utilizó nunca más la maldad y el perro dejó atrás su orgullo
Carlos Lucio Calderón
Mar del Plata, 2008

charlycharlyar@yahoo.com.ar

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