"Cuenten con nosotros"

Proyecto de Cátedra de la cátedra Lenguaje Visual 3 - Fac. Bellas Artes. La Plata

Wednesday, April 20, 2011

JENNIFER, LA LOMBRIZ MULTICOLOR


Los días se calmaron finalmente para Jennifer Yaron Domínguez, la lombriz de tierra que se había hecho bien de abajo.
Siempre decía lo mismo:
-A mi nadie me regaló nada. Triunfé en el mundo del espectáculo por mérito propio… Yo me hice bien de abajo.
Y eso era cierto porque la mañana en que Zoilo Loreto artesano del mimbre y respetado vecino de Sauce Viejo, practicó un pozo en el patio de su casa buscando carnada viva para ir de pesca, nunca imaginó que se encontraría con Jennifer Yaron Domínguez, la primera lombriz en el mundo capas de cambiar de color a su deseo.
Fue así:
Zoilo Loreto estaba casado con doña Tila Lescano, mujer de gran corazón pero reseco carácter, que cada vez que se le quemaban las tortas fritas, rompía en verdaderos ataques dantescos de fastidio.
-¡Lo sabía…! ¡Lo sabía…! ¡La desgracia ha caído una vez más sobre mí!, ¡la maldición de la grasa frita me ha alcanzado! ¡Soy una esclava del fracaso!
-¿Qué pasa?-preguntó Zoilo ante el llanto de su esposa.
El inoportuno momento para preguntar no pudo resultar más inoportuno porque Doña Tila lanzó una mirada envenenada a su marido y renovó fuerzas para sus reproches.
-¡No ves que vos vivís en el limbo, que nunca te das cuenta de nada! ¡Qué yo me puedo estar muriendo y vos tan campante! ¿Sabés lo que sufre una mujer en mi condición, a la que atrozmente le salen las cosas para el lado de los tomates?
-¿S…se te quemaron… las tortas…?-arriesgó miedoso el hombre.
-¡Sí! ¡Sí!, ¡un charque parecen!- y le enseñaba, prendidas en un cuchillo, las tortas fritas chamuscadas como un cartón.- ¡He nacido para fracasar!-gritaba Doña Tila por los pasillos de la casa.
Cuando su mujer entraba en esos estados catastróficos para los oídos de Don Zoilo, lo mejor era irse. La pesca era su mejor refugio.
Así que tomó la pala, salió al patio y se dispuso a sacar del canero unas cuantas lombrices para encarnar. De paso dejaba sola a Doña Tila que entre llanto y llanto, se comía las tortas quemadas.
Fue hundir la pala en la tierra y la vio. Quedó maravillado por lo extraña que era esa lombriz. Se contorsionaba en el borde de la pala y según le daba la luz adquiría diferentes tonalidades. Del marrón pasó al gris, del gris al celeste, del celeste al rojo.
La puso al sol para verla bien y a medida que Jennifer se sacudía el polvo que la tapaba, iban apareciendo en ella detalles más exóticos.  Por ejemplo, la piel de la lombriz no era lisa sino que estaba adornada con arabescos búlgaros. Un par de ideogramas chinos le coronaban la cabeza y en la punta de la nariz tenía el símbolo de la paz de los hippies. Era, ella, sola un crisol de especies surtidas.
-¿Qué pretende usted de mi?- escuchó Zoilo que decía la lombriz bajito, como en un susurro.- ¡No me haga nada! ¡Soy una simple lombriz inofensiva!
Zoilo estaba asustado. Entre todas las rarezas vistas en su vida, esta superaba todo lo dicho.
Enseguida entró en la casa y llamó a los medios periodísticos. No era común encontrar algo así en el patio y antes de ir a pescar.
-Hola, llamo porque en el cantero tengo una lombriz multicolor.
-¿De qué color es la lombriz?-preguntó la periodista.
-Multi-aclaró Zoilo orgulloso de su capacidad descriptiva.
En pocas horas la casa se llenó de gente. Había que ver las calles de Sauce Viejo pobladas de cámaras y de móviles de distintos noticieros, preguntando por la familia Loreto y por Jennifer.
Don Zoilo y Doña Tila, ya olvidada de sus malogradas tortas, habían bañado a la lombriz y la habían dejado encima de un almohadón de raso con puntillas. Cuando entraron las cámaras, Doña Tila abanicaba a Jennifer con dos penachos de plumeros mientras Don Zoilo relataba el hallazgo a su manera.
-Yo hace tiempo que busco lombrices de colores.-Se había puesto un traje azul y un gorro naranja elegantísimo para la conferencia de prensa.-Y hoy, cuando me encontraba cavando en busca de estas criaturas, vi que por la glorieta del patio se me acercaba un gato más grande de lo normal. Pero no era un gato, era un puma que quería devorarme. Así que me saqué la camisa y le di pelea hasta matarlo.
-¡Ohhhh!-exclamaban los periodistas, micrófono en mano, mientras los flashes de las fotos hacían pestañear a Jennifer Yaron Domínguez.- ¿Y cómo encontró a la lombriz?
-Luego de matar al puma seguí paleando. En eso vi venir por el oeste, un chancho más grande de lo normal. Pero no era un chancho, era un jabalí, con los colmillos afilados, que venía a atacarme. Así que le di pelea hasta matarlo.
-¡Ohhh!-repetían los periodistas llevándose la mano a la boca y con los ojos enormemente abiertos.- ¿Y cómo encontró el espécimen?
-Bueno, después de matar al jabalí seguí haciendo el pozo. En eso apareció un perro negro en el tapial del vecino. Era más grande lo común. Pero no era un perro, era un lobo, las fauces espumosas de furia, que venía a matarme. Así que lo enfrenté hasta dejarlo fuera de combate.
Y así estuvo Don Zoilo, hasta que los periodistas empezaron a dormirse de escucharlo pelear con tantos animales juntos: un yacaré, un tapir, un Tremactos Ornatos, más conocido como oso de los anteojos, luego de eso, desgraciadamente extinto, una foca, una ballena y un águila calva norteamericana.
De pronto ocurrió lo que volvió famosa a Jennifer Yaron Domínguez, la lombriz multicolor. Eso que la abrió todas las puertas y no era precisamente la palabra “empuje”, lo que la catapultó al estrellato con dejarla estrellada, lo que la convirtió en mito urbano: Jennifer Yaron Domínguez desapareció.
Sí. Así de simple. Mientras Don Zoilo hablaba, ella se fue deslizando por el almohadón hasta el suelo. Y de allí pasó entre los pies de los periodistas, hasta la puerta del patio y luego al cantero de donde había salido donde se sumergió buscando el reposo del terruño.
Ahí la esperaban con aplausos y desfiles. Porque en el mundo de las lombrices de colores, a la que volvía con vida de la superficie, se la trataba como a un héroe de guerra, y recibí condecoraciones y medallas.
En el emotivo acto que se realizó para su llegada, Jennifer Yaron Domínguez lloró abundantemente por la emoción y se abrazó a Ubaldo Laurato Supertino, el amor de toda su vida. Con la voz temblona se dirigió a los presentes:
-Me siento honrada. Yo que soy una humilde lombriz de barrio, que se hizo bien de abajo, hoy he recibido el mejor de los premios: he ganado el cariño y el afecto de mi gente.
Por Sauce Viejo circuló un tiempo al foto de la lombriz multicolor. Pero después se la tragó el olvido.
De lo que se sigue hablando es de las hazañas de Don Zoilo, que las repite, una y otra vez, para quien quería escucharlas:
-Seguí cavando pero en eso vi entrar por el caño de la luz a un ratón más grande de lo normal. En verdad no era un ratón, era un canguro gigante con otro adentro de la bolsa que venía a atacarme…
A Doña Tila no se le volvieron a pasar las tortas fritas.

Autor: Miguel Ángel Gavilán
Santa Fe

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