"Cuenten con nosotros"

Proyecto de Cátedra de la cátedra Lenguaje Visual 3 - Fac. Bellas Artes. La Plata

Thursday, April 12, 2012

Canción de cuna para un ángel




Levantate Juana
y encendé la vela
y mirá quien anda
por las escaleras.
Son los angelitos
que andan de carrera
despertando al niño
para ir a la escuela...
(canción de cuna)

Corretean por el cementerio, entre las tumbas, y espían aquellas en las que el paso del tiempo fue dejando a la vista despojos de muerte: restos de pelos, jirones de mortaja, flores secas o podridas en floreros sucios. Más no saben porque la valentía no da para tanto y salen corriendo. Es uno de los juegos preferidos que ella comparte con sus hermanos más grandes cuando su madre los lleva de visita. A veces, cuando ha habido un entierro reciente, roban las flores nuevas de las coronas y las ponen en esas tumbas abandonadas y despintadas en las que el olvido brota junto con los yuyos que las invaden.
–Pobre muerto –dicen. –Nadie lo visita. Vamos a darle una alegría. -Y lo llenan de gladiolos, calas, rosas y ramitas de helecho.
Y nuevamente corren, y se empujan y se ríen con risas que rasgan el manto de soledad y tristeza que envuelve el cementerio. Los hermanos se alejan. Hay veces que le hacen esto como broma. Corren más rápido que ella dejándola sola, desorientada, pero antes de que se asuste demasiado, aparecen y todos se ríen nuevamente. Pero ahora los ve alejarse y perderse detrás de la última fila de álamos.
 Las cruces y las lápidas la superan en altura. Recorre los caminos entre las tumbas como si transitara por un laberinto. Se cansa de correr, sus hermanos ya hace rato que no se ven. Está sola. Empieza a tener miedo cuando escucha, lejano, un canto. Es una canción de cuna que ella conoce. Se deja guiar por esa voz que canta hasta llegar a una tumba blanca donde una mujer de ojos tristes acomoda un ramo de rosas tan pálidas como sus manos. Su carita se ilumina. -Mamá, acá estoy. -Pero su mamá no la oye, tampoco la ve; sigue acomodando las flores sobre el mármol frío y, acariciando la foto de la niña que hay en la lápida, continúa cantando.
La canción la envuelve. Ya no tiene miedo. Una lágrima que no moja le recorre la cara. Se recuesta en el regazo de su madre, que sin verla la acuna, y sueña que juega con sus hermanos en el cementerio.

                                                              Moira

La otredad del gato



Un día el gato se despertó cansado de ser gato. Salió con lenta parsimonia al jardín y oyendo el canto de los benteveos quiso ser un pájaro. Sus finos pelos tranquilamente podrían pasar por plumas y afinando un poco, el miau podía llegar a ser un canto. Dos golondrinas se le acercaron desconfiadas, pero viendo que hablaba en serio, intentaron ayudarle a volar sosteniéndolo con sus picos de las orejas. El gato se aguantó el tirón y logró levantar vuelo, pero se dio cuenta de que volar le producía un mareo tremendo. Por eso ni bien aterrizó decidió ser perro. Y allá se fue al cerco, a ladrar a todo el que pasaba, poniendo especial énfasis en el cartero, como corresponde a un buen perro. Pero se cansó de ladrar y pensó en ser un ratón, lo cual descartó enseguida ya que uno no puede transformarse en su comida preferida porque corre el riesgo de morderse una pata o la cola en el menor descuido. Entonces pensó y pensó en algo que le gustara realmente mucho y se acordó de la siesta en el sillón. Y fue gato. 

 Moira Russo

Ese lunes



  
Ese lunes habré tomado, a ver… creo que fue el tren de las cinco y setenda y dos. Sí, porque era verde con lunares blancos.
Como tengo abono mensual, no tuve que sacar pasaje. Subí y me acomodé antes de que arrancara. Aunque igual, a ese tren se puede subir y bajar en movimiento y no está prohibido sacar la cabeza por la ventanilla ni apoyarse en las puertas del lado del andén.
Yo iba eligiendo y, como cada lunes, me bajé en la estación que más me gustó. Y busqué un kiosco en el andén.  Lo encontré. Vendían chicles de batata, alfajores de dulce de cardo, turrón de choclo, garrapiñadas de cuero, qué sé yo. Al final me llevé una bolsita de plumas merengadas, de lo más esponjosas. Y salí de la estación y empecé a recorrer.
Por suerte, las veredas se podían navegar sin inconvenientes y pude ver que algunos árboles todavía usaban pantalón corto y que casi todos los semáforos necesitaban una afeitada urgente. En las vidrieras se podían plantar hélices de aviones, pero en los jardines no, porque justo estaban floreciendo los fideos.
Me puse a sacarle fotos al plumero ilustre de la plaza principal, cuando empezaron a llover papas fritas de diferente grosor.
Por suerte, una señora me invitó a entrar en su casa hasta que parara un poco. Yo la reconocí enseguida por el color de las uñas: era la madre de mi amiga Paulita, así que acepté.
Entramos esquivando papas fritas, cuando ¿qué veo? A Paulita llorando vinagre.

-¡Van a venir los Inspectores de Aves Cluecas!- moqueaba- ¡Nos van a echar del país!

Yo no entendía por qué y no entendí hasta que Paulita me llevó a su cuarto. Abrió la puerta de la mesita de luz y ¿qué había?... una gallina bataraza. Y ¿qué le habían nacido?.. seis pollitos.
La madre se puso a llorar jugo de limón.

-¡¡Cómo pollitos!! ¿No habrá estado empollando huevos, no?

-Ssssí…- se avergonzó Paulita- Le puse seis…

Ah, la tuvimos que retar entre la madre y yo.

-¡Sos un desastre! ¡Un desastre! Si le ponés seis huevos, ¿qué pretendés que le nazcan, a ver?

A Paulita le dio otro ataque de llorar vinagre y la madre lloraba lechuga amarga.
En eso, el timbre.
Corrimos a espiar por la ventana. ¡Y eran los Inspectores de Aves Cluecas!
La madre se secó con un repasador las lágrimas amargas de lechuga y los fue a atender. Les sirvió jugo de triciclo con bocaditos de corcho en almíbar para darnos tiempo.
Había que encontrar una solución muy rápida y ¡ya está!
Convencimos a la tortuga de agua para que se hiciera cargo de los seis pollitos y, en el nido de la gallina acomodamos:

*Una naranja celeste.
*Un jarrón chino.
*Un casco de astronauta.
*Dos saleros.
*Y una sandía chica.

La gallina se echó justo a tiempo porque los Inspectores, mascando el último corcho, entraron a inspeccionar. Todo en regla: sellos, fecha, firma y chau.
A la media hora nacieron: un canario flauta, un sapo violeta, un ciervo, dos pantuflas y un bombero voluntario.
A Paulita y a su madre las condecoró el Municipio y me lo estaban agradeciendo con lágrimas de extracto de vainilla, cuando vi que perdía el tren. Tuve que correr para alcanzar el de las veintisiete y treinta y dos.
Desde la ventanilla las saludé con el pañuelito de arena movediza que me había bordado la mamá de Paulita. Con hilos de corazón de alcaucil lo había bordado. Y de un color tirando a silbidito pálido.
Hermoso, la verdad. Hermoso color.

                                                                      
Iris Rivera

El biguá después de la tormenta



Al pájaro biguá le gustaba ir todas las tardes a los estanques que se formaban cerca del río porque había unas nenúfares hermosas que estaban en el medio del agua. Cuando las veía pensaba en una chica llena de plumas negras.
Los nenúfares estaban en un espacio grandísimo y en la costa se veían margaritas, rosales llenos de colores. Además, vivía una familia de biguás pichones. Era un río inmenso que cuando llovía se desbordaba el agua hacia la costa. Una de esas veces, un biguá chiquitito quedó debajo del agua revuelto. Y la corriente lo arrastró perdiéndose de sus padres. Tres días estuvieron sin encontrarlo. Pasaron frío y sentían mucha tristeza. El pichoncito estaba tirado entre medio de una piedras grandotas. Se había quedado atrapado en ese lugar. Cuando lo encontraron sus padres hicieron un esfuerzo muy grande. Hicieron de todo pero no habían logrado nada. El pichón se quejaba, se lo escuchaba entre las piedras. En un momento el padre tuvo una idea que funcionó: era necesario sacar barro acumulado en la roca. Eso era. Lo demás se haría con el pico.
Así se reencontraron con el biguá.
Las nenúfares estaban más relucientes ahora; siempre los pájaros biguás iban a verlas y todos, después de la tormenta, se quedaban ilusionados.

Maria Ariza

El níspero



Un día de madrugada fui al patio a ver mi planta favorita. Mi planta había crecido muy grande. Y pensé que era hora de ponerle un nombre, pero… no se me ocurría nada. Busque en la compu la historia de esa planta, anoté mucha información. Estudie, estudie y estudie. Aprendí bastante y después me dije: es muy parecida a un níspero, así que lo llamaré Níspero. El níspero necesita mucha mucha agua. Y en el barrio la mayoría de las veces el agua era poca. Tenía que ahorrar agua para que el níspero no pasara sed. Era lo más importante. El níspero necesitaba agua.
Una señora, que venía pensando en estas cosas hace tiempo, averiguó que en otros sitios también faltaba el agua. No era el único lugar mi barrio sino que en otros países enteros el agua era poca. Aunque en otros abundaba el agua y abundaban otras cosas. En este país en cambio, no había agua pero tampoco había comida, ni ropa, ni nada. Parecía que no existía este país en el que está mi barrio y el níspero. Y como si fuera poco hasta los tubos que traían el agua también estaban rotos. Todo el trabajo ahora estaba puesto en ahorrar el agua e ir cargándola en los baldes, porque el patio era un desierto. Era triste ver el desierto en el patio; mi planta se estaba marchitando y otras plantas se estaba marchitando, por lo menos unas diez o quince plantas de la cuadra necesitaban agua. Hacía calor, el patio era un desierto, la escases del agua, muchísima. ¿Qué hacer? Era hora de preguntarse qué hacer con la falta de agua. Si no tenemos agua el Níspero se muere –me dije- y así empezamos un poco uno a uno mis amigas, mis las mamás de mis amigas con otras plantas o con los animales que tenían en la casa, los vecinos de la vuelta; los de la otra cuadra; había que ahorrar agua, arreglar los tubos, era una tarea que empezamos a hacer todos.
Llevó un largo tiempo. Y mucha gente haciendo lo mismo. Una, dos, tres, cuatro, trescientas, miles de mi barrio y otros barrios.
 Le grité a mi mamá cuando abrí la canilla y vi caer el agua.
¡Hay agua! ¡Hay agua! dije- ¡Agua para mi Níspero! El Níspero sobrevivirá.
Llevó unas semanas. Le puse agua y vi cómo empezaron a brotar ramitas con espinas.

Nicole Lisarbe (9 años)

Sueño

     
En las vacaciones de invierno fui a Córdoba a una región que se llama La cumbrecita.
Conocí muchos lugares. Muchos lindos. Pero ahora viene la parte aterradora.
En Córdoba visité un hotel abandonado que se llamaba El Eden. Estaba desierto. Tuve una cita guiada por el hotel de noche, estaba todo oscuro, solo escuchaba la voz de mi papá de mi mamá de todos los que estaban conmigo y de los ruidos que lanzaban las chapas. Eran ruidos muy escandalosos. Todos nos paralizamos del miedo. Además nos mostraron un video que empezaba con cantos gregorianos. Que son unos cantos que se usan en la iglesia particularmente. Y en ese video nos contaron todas las leyendas del hotel abandonado. Tuve mucho miedo. Casi toda una semana después estuve soñando que se abría la puerta de mi habitación y que aparecía como una especie de bárbaro germano; la verdad no se que hacía ese personaje en un sueño así, estaba vinculado con otra cosa. Ese fue mi sueño.

Alejo Martochi (11 años)

ABCCHDEFGHIJKLLLMNÑOPQRSTUVWXYZ


La A es una caprichosa
siempre quiere estar primera...
¿Porqué la dejan todas estar adelante?

Yo soy argentina -dice la A-
Argentina y un poco loca de remate.
Amante, arriesgada, atolondrada
¿Cómo no voy a ir delante?


La B es una bombonaza embarazada.
Está por parir mellizos en la misma bombonera,
Blanda, bolita, bochinchera
Bajo la hinchada de boca que vocifera:
“dale b” “dale b” “dale b”
Ponga “b” que acá no pasa nada..!!
Y bla bla.

La C es una curva,
No le gustan ni los rectos, ni los derechos.
Los más civilizados la usan de casita,
y los otros como una cueva.

El corazón le queda chico,
Tiene un carácter tierno y colorido.
Pero a veces le aflora un defecto:
cotorrea y cotorrea.


La CH está en peligro de extinción.
Es posible que a las chicharras de La Plata
les agarre una chifladura.

¡Me voy a China! –dice la ch-
Ni chistes nos dejan hacer...


La D descansa toda la semana.
Para ella todos los días son domingo.
Dice estar desocupada pero desea
que eso no dure para siempre.
Es delegada de todas las “D”
Es dispuesta y nadie duda de ella.




La E quiere ser una extravagante.
Le encantan los espectáculos,
los espejos,
los estudios de la televisión.

La F fantasea todo el día.
Dice que ve fantasmas...
¿No tendrá fiebre?

La G gusta de la O, que es un varón.
Y gira la cabeza para verlo.
A veces se pone gafas, guantes, gargantillas.
Una vez le dijo guau,
pero se confundió.


La H escucha, toca, huele, ve y habla.
No le falta ninguno de los sentidos.
Algunos hombres la miran,
porque es hermosa.

La I está tan delgada que ha empezado un tratamiento para engordar.
¡Es impresionante como come!

La J se hizo un juramento:
-“¡Esta vida se ha hecho para jugar!”
Un juguete de la estantería la saluda
con entusiasmo.

La K es la difícil,
Usa un kimono para ir al kiosco.
Más de uno se le ríe en la cara,
pero ella es feliz a su manera.


La L se vuelve loba en noches
de luna llena.

La LL la acompaña y aú...lla.

La M vive en la cima de una montaña.
Es ermitaña y mística.
Miente un poco.
Masca chicle porque la altura la marea.




La N es suave, serena, equilibrada.
No se sabe de qué planeta proviene.
Es rara.
No llora, no tiene frío, no se queja,
no necesita muchas cosas:
una nave y una naranja.


La Ñ va a bailar a peñas folklóricas.
Es nocturna.
En la mañana sueña y por las tardes se pone un moño.

La O es un señor. O un círculo. O un ojo.
O un obrero.
Es oscuro y claro. Alegre y serio.
A veces odioso, otras ocurrente.
Dirige una orquesta.
Organiza una olla popular.
    
La P pregunta. Es filósofa.
¿Porqué?
¿Para qué?

Piensa. Permanece. Pelea.
Con los años se ha vuelto pícara.
Y es un poco vieja Piscacha.

La Q es amiga de las cucarachas.
Tiene cola de ratón.

La R pisa fuerte. Se ríe. 

Y además…
Ramón
Rogelio
Rafael,
Ricardo
Ruben
Romina
Rosario
Rebeca
Rocío
Rita y Raulito
Juegan al Ring Raje..!




La S no tiene sombra,
es puro sol.

Si sus sueños son salvajes
Salgamos de viaje...


La T es trombonista, trompetista y trapecista,
Además de tocar el instrumento
más rebelde que es el tambor.

¿Porque?  
  

La V es amiga de la N
Van de la mano.
Pero la V es una indecisa
Va y viene..,
Va y viene...

Vos ves “V”
INVASION EXTRATERRESTRE?

La “W” aparece a menudo borrachita.
Se marea escuchando a un grupo de rock
que se llama Patricio Rey y sus redonditos W.
Cuando viaja en colectivo de larga distancia
los escucha con sus walkman.

La “X” sinceramente es exitosa, famosa,
todos exclaman que su ex-novio era un reconocido sex-simbol.

La “Y” quiere ser yo, ¿Hoy?


Me zumban las orejas con el zorro piporro,
ese,
que fue a llevarle cuentos al rey.

Zonzo!
Zapato!
Zanahoria!
Más te vale zalamero
que te vuelvas pejerrey.


Gabriela Pesclevi