"Cuenten con nosotros"

Proyecto de Cátedra de la cátedra Lenguaje Visual 3 - Fac. Bellas Artes. La Plata

Thursday, April 28, 2011

De mano en mano.




Algunos dicen que mis antecesores son chinos; pasados muchos años, en

1835, llegué a Europa, a Alemania más precisamente. Allí un tal Hermann Ulgh

me tuvo entre sus manos e hizo mi cuerpo más liviano y maleable. Su idea

era reemplazar conmigo al pesado órgano de las iglesias y difundir música

sacra en las plazas. No tuvo éxito, y pasé a las manos artesanas de Hernrich

Band, un cariñoso luthier que dibujó y moldeó mis pulmones: entonces, sí fui

mejor aceptado. Es en honor a Band que comenzaron a llamarme bandunion,

maldoleon, bandonion y finalmente bandoneón.

Durante la guerra europea los alemanes empobrecidos dejaron su país en pos

de América, de la que llegaban promesas de pan y trabajo. A ellos acompañé

y en sus manos viajé.

Desembarqué en los arrabales porteños, sur de la Ciudad de Buenos Aires,

todo olía a malevaje, cuchillos, mujeres de malavida. Una noche acompañé a

dos alemanes al cafetín de Malamuerte.. Ellos pasaron los límites del alcohol

y como pago pasé a las manos del dueño del bar; absorto y desconcertado

me exhibió cual pieza de museo hasta que un negro africano, un tal Sebastián,

que me había visto y escuchado en el puerto, me tocó. Sus manos me

acariciaron. Me llenó de aire y comencé a volar. Mis pulmones emitían sones

extraños para mí y con el tiempo supe que esas notas aladas eran del tango.

Tango. Mientras los hombres esperaban a sus señoritas en los burdeles los

acompañé y ví como se trenzaban en ese baile exótico. El tango se enamoró

de mí y yo de él. Liturgia, música africana, puterío y arrabal. Me encandilé con

lo porteño y los porteños conmigo. A veces no necesito que me acompañe una

orquesta: yo sólo encierro la orquesta. Nadie sabía nada de mí. Nadie. Poco a

poco de mano en mano descubrí y descubrieron lo que yo llevaba dentro. Me

moví y me dejé ser movido. De mano en mano, siempre. Mi vida se rodeó de

prodigiosos, brillantes: Troilo, Leopoldo Federico, Piazzolla,

Algunos me apodaron el fuelle, pero en realidad ya soy bien porteño y me 

dicen el fueye. Fui aclamado y aplaudido.

Ya tengo ficha de identidad. Aquel titubeante comienzo explotó en éxito.

¿Existirán los éxitos y los fracasos? Ahora también femeninas manos suavizan

mis acordes. Otros me escriben poemas y melodías. Hasta me asignaron un

día propio, el 11 de julio, día del Bandoneón.

Y aquí sigo de mano en mano, mano a mano con el tango.

Silvana Bonacci

NICOLAS Y TEODORO






 



Había una vez un perrito llamado Nicolás que llegó a una casa.Era chiquitito y espumoso y se resbalaba por el piso.

Ese era yo.

 Andaba patinando por todos lados porque era tan pero tan chiquitito que cabía en una mano.
Lo primero que hice fue elegir a mi dueña. Porque si ella me elige a mí yo también tengo derecho y me acomodé sobre su pecho y me hice el dormido. Ella estaba acostada leyendo un libro de cuentos de hadas princesas y dragones y se sonaba la nariz porque estaba resfriada.
Cada rato se asomaba una nena y le preguntaba.

-   Mamá, ¿necesitás algo?
-   Un jugo de naranja y una aspirina.

  La nena me alzaba y me daba tres besitos en mi cabeza.
  El papá decía:
               -¡Qué lindo cachorrito!
   La nena decía: gracias papá por el regalo.
   La mamá agregaba: la dueña soy yo porque me eligió a mí.             
   Yo que salí de un criadero lleno de perritos que lloraban todo el tiempo me sentí un rey.
Mis primeros días fueron hermosos. Mi mamá tenía ocho cachorritos como yo. Éramos nueve. Y una señora gorda que nos cambiaba de lugar cada tanto y cuidaba de que no nos aplastáramos.
A los dos días, tres hermanitos habían muerto.
No se sabía de qué.
Y mi mamá estaba todo el día llorando.
Nos olfateábamos todo el tiempo.
La señora gorda tenía una hijita pequeña que venía y nos alzaba.
Mi hermanita se cayó de su mano y se golpeó la cabeza.
Pero se salvó.
Juntaban mi caquita con un papelito y me decían acá no... acá no y yo me preguntaba si no es acá, ¿adónde hago mi caquita? y también estaba el pis y andaban todo el tiempo con un trapo. Me daban leche en mamadera, me compraron una cucha estampada pero terminé durmiendo sobre la cama porque decían pobrecito tan chiquito.
Y mientras miraban televisión me rascaban la panci panci como decía la nena.                
 Fui creciendo y haciendo travesuras... ¡ah, los cordoncitos de las zapatillas!... el gustito de las plantas del jardín... el rollo de papel higiénico. Un día forré todo el piso de la cocina con el papel y después me corrieron y gritaban: ¡ya vas a ver! y todavía me pregunto por qué.
Fue entonces cuando apareció el papel de diario en forma de rollo y me ligué varios golpecitos que no me dolían, pero me asustaban mucho.
                   - ¡Hay que corregirlo! ...¡hay que educarlo!...
       - Es muy chiquito todavía... ¡ perdónenlo!, gritaba la nena.
Pero un día... un día alguien llegó a casa. Era chiquitito y espumoso y se resbalaba por el piso y... y... y no era yo.
Lo primero que hizo fue ocupar mi canasto y me miro como diciendo:
Viste... ahora es para mí.
 Pero lo que más me dolía era que todos lo miraban y decían:
                    Es divino
                    Es chiquitito
                    Es igual a Nicolás cuando era bebé.
                    Es parecido, por algo es el padre...

                  ¿Yo papá? No puede ser.
Si el olorcito que le siento es el de la dueña de mi corazoncito y la dueña se llamaba Blanquita y la trajeron a la casa por tres días para que nos enamoráramos y tengamos hijitos.

Ella era tan linda como la princesa del libro de cuentos que lee mi ama.
Nos dimos unos besitos y yo le decía en su orejita:
¡guaulinda, guautequiero, guaumiamorcito...!

Después no sé por qué pero se la llevaron y yo lloré tres días seguidos.

Seguí mi vida de perro que es muy linda porque todos en esta casa me adoran, duermo en todas las camas, paseo con mi ama que me ama y yo también, pero no quiero ser injusto: todos me quieren y es muy lindo sentirse tan querido.
 Mi ama sabe todo lo que me pasa hasta cuando me duele la barrigita... no, perdón, barriguita ¡cómo me duele ahora porque llegó el bebeperrito y le pusieron Teadoro y yo me muero de rabia! ... a ver... a ver... no, no se llama Teadoro se llama Teodoro y hace todo lo que yo hacía cuando era bebé cachorro.

Comer las hojitas, jugar en los canteros, mordisquear las zapatillas y los cordones que tienen ese olorcito tan rico.

Mi vida desde que llego Teadoro... no, Teodoro... es una vida de perros.

Me duele la barriguita, me tiro al suelo haciéndome el muerto, me subo a mi sillón, pero se me caen las lagrimitas porque a él lo alzan upa y lo besan y le secan el pis y le juntan la caca y yo lo único que hago es mirar y mirar.

Pero ayer sucedió algo. Teadoro... no, perdón, Teodoro lloraba porque no había nadie en la casa, así que pegué un salto y lo fui a buscar al canasto que era miiiiii canasto y ¿qué tenía entre sus patas?  Tenía mi oso rojo que es mío mío y mío. Se lo iba a sacar cuando me miró y le vi una lagrimita en esos ojitos que me hicieron acordar al amor de mi vida, a Blanquita y cuando me arrimé le sentí el olorcito que no era de bebé sino que era el mismo olorcito de ella y de repente entendí por qué decían que yo era el padre y Teodoro mi hijito.
 Entonces me sentí mejor y las cosas cambiaron.
 Le presto mi canasto, tironeamos del oso, lo miro con amor cuando corre y me busca y no le digo nada cuando me tira de las orejas o me muerde la cola.             
Un buen padre juega con su hijito y en la casa todos nos quieren sin hacer diferencias: para los dos el huesito, el churrasco, los fideos moñito, y ya no me importa si Teodoro se come lo de él y lo mío.
               Un padre es un padre.
No veo las horas de que crezca para ir juntos a la plaza y a caminar porque como es tan chiquito todavía le hacen upa, pero ya no me duele la barriguita porque mi ama también me alza un ratito pero yo soy grande y le peso y ella me dice:
             - Nicolás vos sos mi amor no sabes cuánto te quiero.
               Yo la miro y busco a mi hijito. Porque si yo soy su amor, ¿mi hijito qué es para ella? Yo quiero que ella lo quiera tanto como a mí.
Entonces ella, que me lee los ojos, se ríe y dice:
             - A él también lo quiero.
Y entonces soy feliz.
Y Teodoro me mira desde mi canasto y me guiña un ojito.
             Y aunque no la vea más a mi amor, aunque no me la traigan nunca más a la casa, ella me dejó lo más lindo, ustedes ya saben el nombre ... ¿Teadoro o Teodoro?


Silvia Braun
Balcarce 1206
(3000) Santa Fe
Correo electrónico: silviabraun@gigared.com
Teléfono: 0342 4 525 950
Celular: 156 115 931

Antecedentes:
2009/10  No concursa porque sigue escribiendo. Pinta y esculpe. Y estáescribiendo dos novelas sosbre la dictadura militar en Argentina-

2008:  Finalista Premios Literarios Grau Miro 2008 relato Hiperbreve

2008: “PREMIO IBEROAMERICANO EN HONOR A LA EXCELENCIA EDUCATIVA 2008. Lima.
2006: Semifinalista en el Concurso Internacional de Novela “Territorio de la Mancha”   EEUU.

2004: Primer Premio a la Excelencia Humana

2003  Galardonada con el Premio Fundación de Santa Fe a la trayectoria y a los          antecedentes.

2003: Primer Premio Municipalidad de Santa Fe por su novela “Selena”. Premio            publicación.


2002 Mención Honorífica concedida por España por su novela “El límite de la luna”

2001 Primer Premio  en Novela  Concurso“Leoncio Gianello con la                                   Obra “Etelvina qué tenés en la cabeza”organizado por la ASDE (Asociación Santafesina de Escritores). Unica novela premiada por unanimidad del jurado.

1999    Mención especial otorgada por la Escuela Especial Dr. Manzitti por su actividad como Narradora Oral dentro de su unipersonal “Cuenta conmigo” preparando a los discapacitados visuales para desempeñarse dentro de la cuentística oral.

1998     Seleccionada en Cuentos  Antología Literaria “ Dar a Lux”.

1997     Primer Premio en Novela “Municipalidad de Santa Fe”:  “Usted que es tan señora”

1996     Unica Mención Especial en  Novela Concurso “Leoncio Gianello” por “Usted que es tan  señora”.

1996     Seleccionada en Antología de Cuentos Banco Bica  Santa Fe en el género Cuento. Edición agotada.

1995     Primera Mención en Novela Premio “Municipalidad de Santa Fe” con la obra “ Etelvina ¿qué tenés en la cabeza?

1995     Seleccionada en la Antología de la Asociación Santafesina de Escritores.Edición agotada. Cuento: “El bordado”.

1995     Primera Mención en Ensayo de la Asociación de Escritores Santafesinos por “La inserción en la literatura”

1994     Unica Mención de Honor en Concurso de Cuentos “Gente de Letras” de Buenos Aires por “Cuento para el poeta”

1994     Seleccionada en Concurso de Cuentos 75° Aniversario  de la Universidad Nacional del Litoral organizado por la Dirección de Cultura .

1994     Seleccionada en Cuento Concurso Internacional “ Julio Cortázar”. Buenos Aires. Embajada de las Letras.

1994     Primera Mención en Novela por: Etelvina ¿qué tenés en la cabeza? Asociación Santafesina de Escritores.

1994     Faja Nacional de ADEA  de  Mendoza. Premio a Novela publicada. Obra: “Puentes de la Memoria”.

1994     Seleccionada por CERLAC Colombia Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina incluyendo la novela “Puentes de la Memoria” en el Proyecto de Financiación Internacional de Traducciones.

1994     Segundo Premio Internacional en Novela “Mario Andrade”. “Usted que es tan señora” interviniendo Argentina y las Repúblicas de Paraguay, Uruguay y los estados brasileros de Sao Pablo, Paraná,Santa Catarina y Río Grande Do Sul con un jurado integrado por Carlos Villagra Marsal (Uruguay) Elvio Gandolfo (Uruguay) Héctor Tizón (Argentina)

1994     Hucha de Plata. España. Concurso Internacional de Cuentos y finalista para la Hucha de Oro.

1993     Hucha de Plata. España. Concurso Internacional de Cuentos.

1991     Premio en Novela del Fondo Nacional de las Artes “Puentes de la Memoria”.

1990     Seleccionada en el  Concurso Provincial de Cuentos auspiciado por la Subsecretaría de Cultura Provincial. Cuento: “Hombre-pájaro”. Edición agotada.

1989    Mención de Honor Escritores Rafaelinos Agrupados. Cuento: “El temblor”.

1989       Seleccionada en Concurso Internacional de Cuentos, Fundación Givré. Buenos Aires.

1986       Primera Mención en Novela y finalista en el Concurso Internacional San Francisco de Córdoba. Novela “Puentes de la Memoria”.

1985      Mención en Cuento. Concurso Nacional “Septiembre Literario”. Cuento:”El señor Prince.

1984       Primer Premio en Novela “Municipalidad de Santa Fe” .Puentes de la Memoria”.

1984      Mención en Cuento “Premio Municipalidad de Gálvez”.

1984       Primera Mención en Ensayo “Premio Municipalidad de Santa Fe”. “Gabriel García Márquez o la soledad”.

1984       Unica Mención en Novela. Asociación Santafesina de Escritores. Santa Fe.

1984     Segunda Mención en Cuento Sociedad Argentina de Escritores.

1983      Segundo Premio Nacional en Cuento Jujuy sin fronteras. Obra: “Ella”

1982          Mención en Ensayo por la Asociación Santafesina de Escritores por la obra Gabriel García Márquez o la soledad”.

1981          Seleccionada en el Concurso Internacional de Cuentos Fundación Givré de Buenos Aires.

1980            Primer Premio en Cuento “Rosalina Fernández de Peirotén”.Cuento.

1980            Mención en Cuento Asociación Santafesina de Escritores.

1979       Mención en Certamen Nacional de Cuentos Fundación Arcién.   





Tejida a mano



 Marisa  encontró un hilo colgado de su mano, tironeó y se le empezó a destejer un dedo.
            Esa tarde estaba la abuela Lina que tejía bufandas para el invierno. Así que entre gritos de los papás, le tejió el dedo en punto arroz.
            Desde ese día… el ombligo se enredó en un cierre, los codos se trabaron en la bici, la nariz se le escapó tras la uña del gato… Más de una vez, Marisa quedaba atrapada en las ramas del rosal y se le destejía una oreja.
            El crochet no servía para manos y pies porque los puntos eran muy separados. Marisa se moría de frío. Y el punto vainilla era muy perfumado, pero imposible de peinar.
            -¡Cuidado con las espinas del palo borracho!-  le recordaba la mamá y allá iba Marisa casi flotando sobre las veredas con cuidado de no destejerse. Allá iba la abuela Lina tras ella, agujas en mano.
            Una tarde Marisa se cayó saltando la soga y se raspó una rodilla. Un hilito se separó de los demás y comenzó a deslizarse por la pierna. Otros lo siguieron...
            Al cabo de unos segundos, la rodilla estaba casi destejida.
            Marisa corrió arrastrando la pierna para buscar a la abuela. Pero en el camino, el gato dejó escapar sus garras.
            Cuando llegaron a la cocina, Marisa no era más que un montón de lanas de colores, desparramadas desde la vereda.  
Una lágrima llegó hasta las polainas de la abuela Lina que se apuró a juntar, desde el dedo gordo del pie hasta la colita del pelo de su nieta, la única punta por donde empezar...
Se dispuso a tejerla de nuevo. Pero el apuro hizo que le hiciera la cara en punto ojito de perdiz con lanas violetas ¡de su propia polaina!
Así quedó Marisa, tejida a la pierna de la abuela, que intentaba arrastrarla hasta su canasto lanero.
-Nena, escupí, escupí- decía el papá y le golpeaba la espalda, casi desarmándola.
La abuela Lina quiso explicar que Marisa no estaba ahogada, pero comenzó a verla más violeta, y azulina... azul Francia....
-¡Ay, ay!- gritó y buscó la lana rosa. Había muy poca y tuvo que pensar muy bien. Y rápido. Tejió la lana rosa, mientras destejía la azul ¡Era muy hábil la abuela, a cuatro agujas!
Casi terminada, Marisa se preguntó si podría jugar nuevamente entre los rosales, andar en bici y perseguir al gato.
Mientras se achicaba la madeja, Lina le iba contando los chistes que más divertían al abuelo. Y cada vez que Marisa lloraba de risa, una lágrima lila se escapaba.
¡Lágrimas lila! ¿Qué gusto tendrían las lágrimas color caramelo?
Por fin quedó separada de la polaina de la abuela:
-Abu ¿me tejés de color caramelo?
Esa noche un bostezo le destejió los labios y la abuela tejió, a medio punto rojo, una boca que regalaba besos de lana cosquillosa. Si se destejía su voz, la arreglaba con un punto santa clara celeste que Marisa le regalaba diciendo muchas veces la  palabra burbuja.
¡Menos mal! Ya no se tuvo que quedar encerrada en casa y pudo correr a los bichitos de luz. Los atrapaba con suspiros de lana pegajosa.
Un día Marisa le pidió a su abuela que le enseñara a tejer.
Y ahora se teje y desteje. Y se vuelve a tejer de muchas maneras. Es una, es otra, otra y otra. Con hebras verdes en el pelo, con lanas azules en las pestañas, con risas tejidas en punto garbanzo.

Alejandra M. Bianchi


Mi nombre es Alejandra Mariela Bianchi. Nací en Adrogué, el 28 de octubre de 1978.
Actualmente, y desde que tengo memoria, vivo en Longchamps.
Soy maestra de escuela Primaria en el colegio San Miguel de Adrogué. Además soy profesora en Ciencias de la Educación y ayudante de cátedra en Antropología Cultural, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Lomas de Zamora.
Obtuve una mención en Poesía en el Segundo Concurso Provincial organizado por la Casa de Cultura de Longchamps y Biblioteca Popular “Atahualpa Yupanqui” en el año 2002.
Desde 1994, he publicado poesías en  “Participar”,  Mensuario Cultural y Social de la Ciudad de Longchamps.
En 2004 participé de la edición de “Ni frágil ni mariposa”, antología literaria del Taller “La oreja Verde”.
Ese mismo año se editó “La casa del árbol”, cuento infantil que aparece en el libro “Palabras para compartir 1 editorial e.d.b.
Formo parte de la selección de escritores longchanenses, cuyos trabajos se publicaron en la antología literaria “De buena lluvia”, edición organizada por Casa de la Cultura de Longchamps y Biblioteca Popular “Atahualpa Yupanqui” en el marco del Centenario de la ciudad (2010).

Wednesday, April 27, 2011

LA HISTORIA DE MIS ABUELOS



                   Los abuelos de Pepe y Miguel se llamaban Juan y Cristina. Ellos estaban reunidos en su casita un día jueves en una noche de invierno muy fría y ventosa. Juan llamó a sus nietos y les dijo:
- Les voy a contar una historia de amor que pasó hace más de cincuenta años-. Los chicos se sentaron cerca de él y se sumaron también los adultos.
            Bueno, comentó el abuelo, se trata de un joven de menos de veinte años, casi sin experiencias en la vida, que se aventuró a probar suerte en otro país.
            Luego de un largo y accidentado viaje en barco llegó a la argentina. Se hospedó en un hotel pequeño donde lo tomaron como recepcionista. Luego consiguió trabajo en un hotel más importante donde se hospedaba la gente famosa y adinerada.
            Su vida transcurría rutinariamente y extrañaba su país natal. Hasta que un día conoció a una bella mujer que lo flechó al instante.
            A pesar de las esperanzas que le daba su gran amor por ella, el joven era conciente que era poco probable que pudiera estar junto a ella alguna vez. Ya que él era un simple trabajador y la mujer venía de una familia acomodada.
            De todas maneras ambos viajaron el mismo día hacia su pueblo natal. El decidió seguirla en silencio hasta que se le fue acabando la plata. Entonces en una hermosa tarde soleada paseando por la calle de un pueblito europeo, Juan le declaró su amor y ella aceptó gustosa.
            Luego viajaron juntos de vuelta y acá se casaron, y todavía viven felices en una humilde casita llena de amor.
            Así terminó el relato del abuelo Juan. Sus nietos ya estaban dormidos cuando la abuela Cristina sonriente le dijo:
- Juan, nunca pensé que te atreverías a contar nuestra historia de amor delante de los niños.

Stefanía Villareal

El presente texto se hizo en el marco del Taller de Producción Literaria “Empecemos por Casa” que se organizó en el IPEM Nº 323 SAN ANTONIO, (Prov. de Córdoba) , que forma parte del Proyecto: Taller de Lectura y Biblioteca Escolar, Comunitaria y Circulante enmarcado en el Programa Escuelas Solidarias de Aprendizaje y Servicio Solidario del Ministerio de Educación de la Nación. Que fuera galardonado con Mención de Honor del Premio Presidencial de la Nación 2005 de Escuelas Solidarias.

También es parte constitutiva del Proyecto Educativo Institucional del IPEM Nº 323 como una actividad obligatoria del área de lengua.

Actualmente se trabaja en un proyecto interinstitucional con el IPEM Nº 310 de Barrio Inaudi coordinado por la Prof. Lucía Mirta Mercado con el propósito de aplicar este programa y un proyecto de tutoría que ya está funcionando en el IPEM Nº 323.

La zona donde está situada el I.P.E.M. Nº 323 “San Antonio” tiene la calificación de Zona de Riesgo (urbano-marginal), ya que existen barrios de familias carenciadas por erradicación de villas céntricas. Además, también posee características propias de rural, ya que está situada a varios kilómetros fuera del anillo de circunvalación sobre vía terminal, rodeada de descampados y quintas de labranza agrícola. Por lo que la vida educativa y cultural de la comunidad ronda en torno al establecimiento.

El taller realizó la edición de un libro que contenía tanto la producción del taller, de los alumnos y profesores como de padres y vecinos escritores y a ante la convocatoria de la materia Lenguaje Visual 3 de la Fac. de Bellas Artes se cedió este texto para la experiencia educativa solidaria "Cuenten con nosotros".   

El octavo enanito



Un día estaba el sapo ocupadísimo cavando un pozo cerquita de la cigarra que pasaba la mayor parte de su tiempo recostada mirando un enanito de yeso que había en el jardín. Y en ese mismo instante el sapo empezó a contarle esta historia a la cigarra.
Había una vez ocho enanitos en un bosque. Los ocho tenían una casa muy linda, pequeñita, pero confortable y trabajaban duramente en una mina de metales preciosos.
A las siete de la mañana se levantaban todos o casi todos… El enanito Uno preparaba la leche, el enanito Dos hacía las tostadas, el Tres ponía la mesa, el Cuatro y el Cinco hacían las camas y el Seis y el Siete preparaban la vianda para el mediodía.
—¿Y el Ocho? —preguntó la cigarra.
—El Ocho se quedaba durmiendo en la cama.
Salían todos juntos y en fila para el trabajo. Los enanitos Uno y Dos cargaban los picos; el Tres y el Cuatro, las palas; el Cinco y el Seis llevaban varias bolsas y el Siete, una carretilla pesadísima.
—¿Y el Ocho? —preguntó ingenuamente la cigarra.
—El Ocho seguía durmiendo plácidamente en la carretilla.
Los otros siete enanitos se estaban cansando y mucho. Entonces empezaron a inventar historias de cucos que se llevaban a los que no ayudaban a los demás. Como el cuco es un pájaro bastante común en el bosque, a Ocho la historia le pareció creíble. Él era más pesado.
Entonces, empezaron a aumentar el peligro. Enanito Tres le contó que monstruos enormes estaban asolando la región en busca de enanitos que solo pensaban en descansar. A Ocho esto le pareció ridículo y por supuesto, se echó a dormir.
—¿Así nomás? —preguntó la cigarra.
—Así nomás —Afirmó el sapo, y la miró de reojo.
A la mañana siguiente los siete enanos se cansaron de cargar a Ocho y decidieron irse solos para la mina. Ocho se despertó al mediodía porque alguien golpeaba la puerta con insistencia. Medio dormido vio que detrás de la cortina una sombra enorme, negra, muy negra, intentaba abrir a la fuerza. Ocho pensó: “Viene por mí, viene por mí” y escapó desesperado por la ventana de atrás.
Dicen que del susto, Ocho quedó hecho una estatua y que está ahicito nomás, justito, justito detrás de usted doña Cigarra. Pero no se preocupe, que la historia tuvo final feliz, porque la que golpeaba la puerta era Blancanieves, y los enanos estaban felices porque se sacaron de encima a Ocho, y Blancanieves era buenísima preparando viandas y desayunos.
—¿Sabe qué, don Sapo? —dijo la cigarra mientras se planchaba las patas con las manos—. Yo mejor me voy a cazar algunos bichos, que se viene la noche.
—Y que le vaya muy bien, doña Cigarra. Que le vaya bien.

María Eugenia Pons


Pulgarcita


Había una vez un matrimonio muy infeliz porque no podía tener hijos. Tanta era su tristeza que se pasaban la noche llorando. Y tanta era su desesperación que acudieron a una hechicera para que los ayude. Así fue como la mujer les dio una semilla de cebada y la indicación de plantarla de inmediato.
Ellos siguieron el consejo al pie de la letra y al poco tiempo, brotó una flor muy bella, parecida a un tulipán. Cuando abrió sus pétalos, dejó ver en su interior a una niña tan hermosa como la flor y más pequeña que un dedo pulgar, por eso, la llamaron Pulgarcita.
El papá pintó su cuna de cáscara de nuez y su mamá cosió sus ropitas con hilos de dulzura. Y juntos vivieron felices hasta, una noche de calor y luna llena, un sapo se acercó a la ventana del cuarto de la niña y la descubrió.
—¡Croac! Es tan hermosa que mi hijo se enamorará al verla. Habrá boda antes de que cante el gallo. ¡Croac!
Y dicho esto, la cargó en su lomo y salió a los saltos. La depositó en lo alto de un junco y se dispuso a preparar el festejo junto a todos los animales del pantano.
Pulgarcita miró aterrada a su alrededor y se arrojó al piso. Cayó junto a un escarabajo.
—¡Qué hermosa es! ¡Podría casarme con ella! —dijo el escarabajo.
Y se la presentó a los demás escarabajos como su futura esposa.
—¡Imposible! Los escarabajos se casan con escarabajas, no con bichos de dos patas.
Pulgarcita corrió espantada hasta que, después de mucho andar, se tropezó con un ratón. El ratón la vio tan triste que le convidó un pedazo de la avellana que estaba comiendo, la invitó a su madriguera y le sirvió una taza de té. Pulgarcita le contó su historia.
—Podés quedarte aquí, Pulgarcita.
Y Pulgarcita fue feliz por un largo tiempo. Disfrutaron del sabor a pera del verano y del té de hojas de menta al comenzar el otoño. Y junto con el amigo del ratón, el topo, jugaron todas las tardes a las cartas y rieron hasta la madrugada al resguardo de la lluvia y de los primeros fríos. 
Con la llegada del invierno, una golondrina encontró reparo en la madriguera del topo. Se sentía muy debilitada ya que a estos pájaros las bajas temperaturas les hacen daño. Los tres amigos la ayudaron a reponerse.
Hasta que una tarde, el topo hizo una propuesta.
—¿Te gustaría casarte conmigo, Pulgarcita?
—Querido topo, los dos somos buenos amigos. Pero deseo volver a vivir entre las flores, no puedo seguir aquí, bajo tierra, toda mi vida —respondió ella.
—En breve llegará la primavera y podré salir a volar —dijo la golondrina—. Puedo llevarte a un campo donde las margaritas, lavandas y azucenas crecen a montones...
—¡Quiero conocerlo! —exclamó la pequeña.
Fue así como el topo y el ratón organizaron la despedida, unas viandas para el camino y Pulgarcita a bordo de la golondrina emprendió el vuelo.
—¡Quiero ver esa flor que se destaca de las demás! —dijo Pulgarcita al oído de la golondrina—. ¡Esa de color azul!
            La golondrina atrapó en el aire una flor de panadero, se la dio a Pulgarcita que descendió con ella, como si fuera un paracaídas.
Desde el aire, descubrió entre los pétalos de la flor azul a un hombrecito tan pero tan pequeñito como ella. Tenía una corona en la cabeza y los ojos de la pena. Hablaba solo.
—Todas las flores tienen un rey y una reina. Todas menos esta. Estoy solo, solo, solo. ¡Cómo me gustaría ver llegar a mi amada  y…!
Y no pudo terminar porque Pulgarcita aterrizó delante de su propia vista.
Los dos se enamoraron a primera vista y fueron felices de una vez y para siempre.
A la boda no faltó nadie. Ni el ratón ni el topo y mucho menos el escarabajo y la escarabaja que aprovecharon la oportunidad para presentar en sociedad a sus escarabajitos.

Adaptación del cuento de Hans Christian Andersen por Maru Pons